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50 años de Bond, James Bond
Por Pamela Cortés
Hace justamente medio siglo, el 5 de octubre
de 1962, un selecto y afortunado público se dirigía expectante hacia la plaza Piccadilly Circus en el corazón de Londres,
Inglaterra. ¿El motivo? La adaptación cinematográfica de Dr. No, novela perteneciente a la exitosísima serie del espía James
Bond, escrita por Ian Fleming en 1958.
Poco a poco fueron ocupando sus asientos en
el teatro London Pavilion hasta que
éste se vio abarrotado. Las luces se apagaron y proyector comenzó a correr. Lo
que apareció ante sus incrédulos ojos parecía el cañón de una pistola visto
desde el interior, a modo de punto de vista y listo para disparar. De repente
un hombre entró a escena desprevenido y todos sabían lo que sucedería. Sin embargo,
desafiando los pronósticos, el sujeto descubrió un arma con un movimiento veloz
y ¡bang! la pantalla se vistió de
sangre. Había nacido un ícono.
25 películas, 7 actores y 5 billones de
dólares después, el agente 007 sigue más vivo que nunca: derrotando villanos,
conquistando hermosas mujeres, viajando a destinos paradisíacos, manejando
automóviles de lujo, haciendo uso de los gadgets
más innovadores y bebiendo martinis
(agitados, no revueltos).
El legado de James Bond es extenso e
innegable. Un personaje que llegó para demostrarle al mundo lo elegante y, al
mismo tiempo, lo emocionante que puede ser la vida. Sin embargo, su llegada a
la pantalla grande no fue una misión fácil. Dos productores de poca monta, un
director trotamundos y un “diamante embruto” como actor fueron las piezas clave
detrás de una de las franquicias más importantes de todos los tiempos.
Era el último año de la década de los
cincuenta. La séptima novela de Ian Fleming – Goldfinger - llegaba a las librerías. Albert R. Broccoli, conocido
como Cubby, un productor americano
radicado en Londres, había arruinado su oportunidad de encontrarse con el autor
y proponerle la incursión de Bond al mundo del cine, debido a que de último
momento canceló la reunión por estar al lado de su mujer que padecía cáncer.
Del otro lado del mundo, en California, un
desconocido actor escocés de nombre Sean Connery, hacía un papel secundario en
la cinta live-action de Disney: Darby O’Gill y la gente pequeña, para
pagar las cuentas. Mientras que el productor de teatro Harry Saltzman comenzaba
a levantar sus primeros filmes de realismo social y el director Terence Young
se conformaba realizando películas con presupuestos generosos y guiones
mediocres.
La suerte de estos cuatro personajes estaba a
punto de cambiar. Sólo hacía falta un catalizador que llegó en 1961,
curiosamente en forma del recién electo presidente de los Estados Unidos John
F. Kennedy. En un artículo para la revista Life, el entonces mandatario
norteamericano mencionó la novela Desde
Rusia con amor como una de sus favoritas, lo que desató un furor inmediato
alrededor de la serie. Esto hizo ver a Fleming que era el momento preciso para
acercarse a los estudios cinematográficos y expandir el universo de Bond.
Harry Saltzman, quien había quedado
maravillado con las peripecias del agente 007 después de haber leído Goldfinger, hizo una atractiva propuesta
al autor obteniendo los derechos de la franquicia. Sin embargo, Cubby Broccoli se negaba a tirar la
toalla y consiguió que el guionista Wolf Mankowitz le presentara a Saltzman
para negociar. Éste se negó a vender los derechos pero accedió a asociarse con
Broccoli y juntos fundaron la compañía DanJaq
LLC, de la cual se derivó EON
Productions.
La preproducción comenzó a tomar forma y
Broccoli decidió reclutar a Terence Young, con quien había trabajado en filmes
anteriores, pues sólo un director con gustos tan exigentes como él podía
entender la esencia del sofisticado asesino que vestía trajes de Savile Row. Ahora
sólo hacía falta la gran estrella. Un hombre refinado que exudara elegancia y
al mismo tiempo tuviera la madera de un héroe de acción. Y lo encontraron… o casi.
Después de una ardua y no muy fructífera
búsqueda de parte de ambos productores, así como del estudio benefactor: United Artists, Broccoli decidió –
basado en una corazonada - que vería las cintas de prueba de los actores menos
reconocidos. Pidió a su nueva esposa Dana que lo acompañara a la sala de
proyecciones del Samuel Goldwyn Studio
y encontraron nada más y nada menos que un fragmento de Darby O’Gill y la gente pequeña. Dana Broccoli reaccionó en
cuestión de segundos: “¡Ese es nuestro Bond!”.
Fue así como Sean Connery derrotó a figuras
como Cary Grant y David Niven logrando el papel de 007. Sin embargo, el
director Terence Young consideraba que sería casi imposible que ese desaliñado
y vulgar muchacho aprendiera a comportarse como la mítica figura de las novelas
de Fleming, tomándolo a contra-reloj bajo su tutela y entrenándolo en el arte
de las buenas costumbres. Desde cómo portar un traje de lujo hasta modales en
la mesa.
El resultado fue mejor de lo esperado. Young
se encargó de moldear a su aprendiz de manera impecable mientras Broccoli y
Saltzman se decidían entre Thunderbolt
y Dr. No para comenzar con la saga.
Finalmente, la elegida fue esta última: la sexta entrega de Ian Fleming que
cinematográficamente ofrecía los escenarios pintorescos de Jamaica y a un
siniestro villano euroasiático, quien desde Crab
Key - su isla privada en el Caribe - planea el sabotaje de naves americanas
en órbita para conquistar el mundo. Trama que prácticamente predijo la Crisis
de los Misiles en Cuba que se viviría años más tarde.
Con elementos deliberadamente sugestivos,
como la secuencia de créditos donde aparecen siluetas femeninas moviéndose
sensualmente al son de los espléndidos acordes de John Barry; la legendaria
escena de Ursula Andress en la playa y las tomas fetiche de jets Pan Am, cuando en 1960 menos del 2%
de los ciudadanos americanos habían viajado en vuelos internacionales, James
Bond se encargó de marcar época, de crear estándares aspiracionales y de
revolucionar el papel de la mujer.
A Dr.
No le siguieron Desde Rusia con amor (1963)
y Goldfinger (1964) consolidando la Bond-manía para siempre. Ahora a
cincuenta años de su estreno y después de haber visto pasar las caras de
estrellas como Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan o Daniel Craig;
villanos como Ernst Stavro Blofeld, Goldfinger, Oddjob y Jaws; o Chicas Bond
como Pussy Galore, Vesper Lynd y Honey Ryder, parece que la franquicia del
agente del MI6, James Bond, estará “al servicio secreto de su Majestad” por
muchos años más.
Diseño de Fernanda Férez, para Revista Sexenio.
Diseño de Fernanda Férez, para Revista Sexenio.
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